CENTRO CULTURAL SAN FRANCISCO SOLANO
CENTRO CULTURAL SAN FRANCISCO SOLANO. Los muertos
BORDAO

COMENTARIO PREVIO DE RAFAEL BORDAO DE UN CUENTO DE JAMES JOYCE QUE SE TRANSCRIBE MÁS ABAJO..

La historia de la Literatura estaría incompleta, si se omitiera, Los muertos, uno de los relatos más importantes de cuanto se hayan escrito. Su autor, James Joyce nació en Dublín en 1882 y falleció en Zurich (Suiza) casi ciego en 1941. Los muertos fuerza al lector a perseguir al personaje que experimenta vivir en una fiesta navideña. A partir de ese momento, no hay escapatoria para el lector, que se ve atrapado en una realidad, que le impone contemplarse a sí mismo. Para entender la literatura actual, Joyce es un autor del que no podemos prescindir, a pesar de que su obra está totalmente consagrada a su país natal, Irlanda, donde apenas vivió una década. Su obra maestra, Ulises (1922) lo consagró en la historia de la literatura, con ella se dio a conocer su técnica novedosa, su experimento narrativo, condicionado por el "flujo de conciencia", capítulos enteros escritos con osadía periodística, y también imitando las prédicas del catecismo, etc. La novela cuenta minuciosamente las veinticuatro horas en la vida del protagonista, recreando con irónica inversión, La Odisea de Homero. Durante esas 24 horas Ulises procura no regresar a su casa, porque en el fondo se ha convencido que su mujer le ha sido infiel. Joyce también es el autor de Retrato del artista adolescente, novela autobiográfica, primeramente publicada (entre 1914-1915) en una serie para la revista The Egoist, y en formato de libro se publicó en 1916. El personaje Stephen Dedalus es el álter ego de Joyce, haciendo una clara alusión al padre de Ícaro (Dédalo) el arquitecto del laberinto en la mitología griega...

En 1939 Joyce publica, Finnegan's Wake, una obra ingeniosa casi incomprensible para muchos lectores, donde continúa su particular estilo, pero llevado al extremo su técnica personal, mediante la cual desintegra el lenguaje acercándose al absurdo, por el inglés experimental que va metamorfoseándose  en decenas de otros idiomas, formando una amalgama de elementos, con los cuales surgen formas inéditas de sintaxis, vocablos extravagantes de los que se alimenta sus recursos narrativos, tan innovadores que el mundo literario reconoció, la importancia de sus textos, basado en la autenticidad de su búsqueda, para encontrar nuevas estructuras narrativas. James Joyce, junto al francés, Marcel Proust, el checo, Franz Kafka y el norteamericano, William Faulkner, han sido los principales escritores de la renovación estilística y de las técnicas narrativas de las primeras décadas del siglo XX, dejando atrás con ellas el realismo decimonónico. Para conocer a Joyce, el libro Los Muertos nos ofrece la mano del autor, que nos llevará a comprender las propuestas, para entender la literatura y su significado de la lectura a como experimento. Una vez Alguien le preguntó a Jorge Luis Borges lo que significaba para él James Joyce y dijo: "Como Shakespeare, como Quevedo, como Goethe, como ningún otro escritor, Joyce es menos un literato que una literatura"

Después de la reseña que acompaña esta nota, podrán leer el delicioso comienzo del libro Los Muertos. El resto lo harán ustedes con sus propias decisiones... Aquí los dejamos al azar, confiados en que encontrarán la puerta para salir del laberinto. Gracias por su atención y por dejarnos entrar a su PC.

Cordialmente le saluda,

Rafael Bordao.

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traduccion

Traducción de Marta del Pozo

DUBLINESES James Joyce

JAMES JOYCE

LOS MUERTOS

Lily, la hija del encargado, tenía los pies literalmente muertos. No había todavía

acabado de hacer pasar a un invitado al cuarto de desahogo, detrás de la oficina de la planta baja, para ayudarlo a quitarse el abrigo, cuando de nuevo sonaba la quejumbrosa campana de la puerta y tenía que echar a correr por el zaguán vacío para dejar entrar a otro. Era un alivio no tener que atender también a las invitadas. Pero Miss Kate y Miss Julia habían pensado en eso y convirtieron el baño de arriba en un cuarto de señoras. Allá estaban Miss Kate y Miss Julia, riéndose y chismeando y ajetreándose una tras la otra hasta el rellano de la escalera, para mirar abajo y preguntar a Lily quién acababa de entrar.

El baile anual de las Morkan era siempre la gran ocasión. Venían todos los conocidos, los miembros de la familia, los viejos amigos de la familia, los integrantes del coro de Julia, cualquier alumna de Kate que fuera lo bastante mayorcita y hasta alumnas de Mary Jane también. Nunca quedaba mal. Por años -y años y tan atrás como se tenía memoria había resultado una ocasión lucida; desde que Kate y Julia, cuando murió su hermano Pat, dejaron la casa de Stoney Batter y se llevaron a Mary Jane, la única sobrina, a vivir con ellas en la sombría y espigada casa de la isla de Usher, cuyos altos alquilaban a Mr Fulham, un

comerciante en granos que vivía en los bajos. Eso ocurrió hace sus buenos treinta años. Mary Jane, entonces una niñita vestida de corto, era ahora el principal sostén de la casa, ya que tocaba el órgano en Haddington Road. Había pasado por la Academia y daba su concierto anual de alumnas en el salón de arriba de las Antiguas Salas de Concierto. Muchas de sus alumnas pertenecían a las mejores familias de la ruta de Kingstown y Dalkey. Sus tías, aunque viejas, contribuían con lo suyo. Julia, a pesar de sus canas, todavía era la primera

soprano de Adán y Eva, la iglesia, y Kate, muy delicada para salir afuera, daba lecciones de música a principiantes en el viejo piano vertical del fondo. Lily, la hija del encargado, les hacía la limpieza. Aunque llevaban una vida modesta les gustaba comer bien; lo mejor de lo mejor: costillas de riñonada, té de a tres chelines y stout embotellado del bueno. Pero Lily nunca hacía un mandado mal, por lo que se llevaba muy bien con las señoritas. Eran quisquillosas, eso es todo. Lo único que no soportaban era que les contestaran.

Claro que tenían razón para dar tanta lata en una noche así, pues eran más de las diez y ni señas de Gabriel y su esposa. Además, que tenían muchísimo miedo de que Freddy Malins se les apareciera tomado. Por nada del mundo querían que las alumnas de Mary Jane lo vieran en ese estado; y cuando estaba así era muy difícil de manejar, a veces. Freddy Malins llegaba siempre tarde, pero se preguntaban por qué se demoraría Gabriel: y era eso lo que las hacía asomarse a la escalera para preguntarle a Lily si Gabriel y Freddy habían llegado.

 -Ah, Mr Conroy -le dijo Lily a Gabriel cuando le abrió la puerta-, Miss Kate y Miss

Julia creían que usted ya no venía. Buenas noches, Mrs Conroy.

 -Me apuesto a que creían eso -dijo Gabriel-, pero es que se olvidaron que acá mi

mujer se toma tres horas mortales para vestirse.

 Se paró sobre el felpudo a limpiarse la nieve de las galochas, mientras Lily conducía a la mujer al pie de la escalera y gritaba:

 -Miss Kate, aquí está Mrs Conroy.

 Kate y Julia bajaron enseguida la oscura escalera dando tumbos. Las dos besaron a la esposa de Gabriel, le dijeron que debía estar aterida en vida y le preguntaron si Gabriel había venido con ella.

 -Aquí estoy, tía Kate, ¡sin un rasguño! Suban ustedes que yo las alcanzo -gritó Gabriel desde la oscuridad.

 Siguió limpiándose los pies con vigor mientras las tres mujeres subían las escaleras, riendo, hacia el cuarto de vestir.